Es una imagen de la Virgen Dolorosa con el Hijo en los brazos y la cabeza del Cristo mirando hacia abajo. Es una talla de madera de casi un metro de alta, de no gran calidad ni de un artista de primera fila, pero inspira gran devoción. La fecha sería en los primeros años del siglo XVI.
Se trata de una talla de madera, de 85 centímetros de altura; 79 de anchura; y 44 de profundidad (sin medir la peana; con ella, la altura es de 101 centímetros). Sostiene sobre sus rodillas el cuerpo yaciente de su Hijo.
La obra está realizada en madera de nogal. El volumen total se ha conformado mediante la adición de varios bloques encolados y clavados, para posteriormente proceder al tallado. La peana es de madera de tilo, mediante varios tableros hasta conformar la forma de la peana.
En la imagen no descubrimos una escultura artística, ni una escuela determinada. El artista, Roberto Herrera o Juan Alonso, realizó esta obra por el año 1514.
A lo largo de la historia, esta imagen ha llegado a ser algo más que una imagen de devoción. Con el paso de los siglos se le han añadido otros elementos que se han convertido en algo indisociable de la imagen. Así, al hablar de la Virgen del Camino, no podemos separarla de la corona y del baldaquino de plata (colocado en 1715).
En la peana de la efigie se leen estas palabras del libro de las Lamentaciones, grabadas con caracteres góticos: O vos omnes qui transitis per viam, attendite et videte si est dolor sicut dolor meus(Oh vosotros, que pasáis junto al camino, atended y ved si hay dolor semejante al mío –Lam 1,12-).
El cuerpo de Jesús se encuentra muerto sobre las rodillas de María, expresando ésta un dolor de Madre. El conjunto inspira devoción y ternura. Inspira mucha devoción a pesar de los rasgos rígidos de la escultura, por los tonos de dolor sereno que el tallista puso, con su piedad, en las facciones de sus rostros. El autor no sería un maestro, pero sentía la piedad y supo dar a las imágenes tonos de dolor sereno.
Esta imagen tiene como característica peculiar que el Hijo muerto mira hacia el suelo, mientras que en la mayor parte de las representaciones de la Piedad, Cristo mira hacia arriba.
La imagen suscita en los fieles una gran ternura y compasión, viendo en el rostro de la Virgen la expresión del dolor de una madre que no sólo sufre por el Hijo muerto en sus brazos sino que sintoniza también con el dolor de quienes acuden a Ella.
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