La Virgen de Pastoriza es la más popular, pero la comarca atesora otras muestras multitudinarias de fe bien conocidas, como los Remedios de Betanzos o la historia de Fray Pedro, de Coirós
Cuenta la leyenda que fue una niña, una inocente niña, la que un día divisó una estrella reluciente entre unos enormes penedos en la parte alta del monte. La chiquilla tenía la costumbre de echar sus vacas a pastar por aquella zona, un pastizal o pastoriza, ubicado en un lugar del concello de Arteixo, a solo seis kilómetros de la ciudad de A Coruña. Fueron pocos los que la creyeron al principio. Pero, hete aquí que, lejos de quedarse en una mera anécdota, la estrella volvió a refulgir una y otra vez al paso de aquellas vacas con la niña a su vera.
La virgen de Pastoriza, engalanada para la fiesta de este año. O Berce da VirxeEn la aldea se corrió la voz y la gente acabó creyéndola. Entonces, todos subieron al monte para escudriñar la zona hasta que, oculta en una oquedad bajo una gran piedra, apareció la imagen de la Virgen, que llevaba desaparecida desde hacía varios siglos cuando los cristianos la escondieron para librarla de las posibles agresiones de los invasores normandos y musulmanes. «¡Milagro!,», gritaban los vecinos. Desde ese momento, aquel hueco que convirtió la piedra en un milagro quedó bautizado como O Berce da Virxe y cada año se deslizan por debajo cientos de personas para librase de pecados o curarse de ciertas enfermedades. Esta es, según el etnógrafo Leandro Carré Alvarellos, la leyenda de la Virgen de Pastoriza, a cuya romería siguen acudiendo cada octubre fieles llegados desde numerosos puntos: Sobrado dos Monxes, Betanzos, Carballo, A Coruña... Según José Vázquez Landeira, párroco da la iglesia de Pastoriza, a día de hoy «sigue viniendo gente de toda Galicia. Hay grupos de personas que llegan desde Ferrol, donde se le tiene mucha devoción. Antes venían por mar», apunta. Este año no ha sido una excepción. El pasado 29 de octubre, la cueva se volvió a llenar de exvotos, velas y flores. A primera hora del día, ya había un reguero de creyentes subiendo por el recorrido escalonado de pocos metros que separa la cueva del santuario. A media mañana, los gaiteiros de Bieito Romero amenizaban la zona, los feirantes seguían distribuyendo su mercancía a buen ritmo y las tapas de callos llenaban las barrigas de los fieles, ruidosas en hora punta. Ni un alfiler cabía en la iglesia durante las nueve misas que don José dio el domingo.
Pero la historia de la virgen aún tuvo una segunda parte que recogió Emilia Pardo Bazán en su obra La leyenda de la Pastoriza, publicada en 1887, tras una visita de la escritora al santuario. Resulta que, cuando se produjo la invasión inglesa de Drake en 1589, unos soldados herejes sacaron de la iglesia a la virgen y la arrojaron cerca de la fuente, partiéndola en dos. Le cortaron la cabeza de un hachazo y le dividieron el cuello.
El espanto de los ingleses
Milagrosamente, la imagen se volvió a colocar ella sola y se unió la cabeza al cuerpo tal y como estaba antes, lo que los dejó boquiabiertos. Aquellos soldados, espantados por tal prodigio, huyeron sin robar ni incendiar ni hacer daño alguno a la iglesia, como tampoco en las casas de la parroquia de Pastoriza. Esta tradición estaba reflejada en un lienzo que durante años se conservó en la iglesia. Lamentablemente, según confirma el párroco, el cuadro desapareció.
La Voz de Galicia
La virgen de Pastoriza, engalanada para la fiesta de este año. O Berce da VirxeEn la aldea se corrió la voz y la gente acabó creyéndola. Entonces, todos subieron al monte para escudriñar la zona hasta que, oculta en una oquedad bajo una gran piedra, apareció la imagen de la Virgen, que llevaba desaparecida desde hacía varios siglos cuando los cristianos la escondieron para librarla de las posibles agresiones de los invasores normandos y musulmanes. «¡Milagro!,», gritaban los vecinos. Desde ese momento, aquel hueco que convirtió la piedra en un milagro quedó bautizado como O Berce da Virxe y cada año se deslizan por debajo cientos de personas para librase de pecados o curarse de ciertas enfermedades. Esta es, según el etnógrafo Leandro Carré Alvarellos, la leyenda de la Virgen de Pastoriza, a cuya romería siguen acudiendo cada octubre fieles llegados desde numerosos puntos: Sobrado dos Monxes, Betanzos, Carballo, A Coruña... Según José Vázquez Landeira, párroco da la iglesia de Pastoriza, a día de hoy «sigue viniendo gente de toda Galicia. Hay grupos de personas que llegan desde Ferrol, donde se le tiene mucha devoción. Antes venían por mar», apunta. Este año no ha sido una excepción. El pasado 29 de octubre, la cueva se volvió a llenar de exvotos, velas y flores. A primera hora del día, ya había un reguero de creyentes subiendo por el recorrido escalonado de pocos metros que separa la cueva del santuario. A media mañana, los gaiteiros de Bieito Romero amenizaban la zona, los feirantes seguían distribuyendo su mercancía a buen ritmo y las tapas de callos llenaban las barrigas de los fieles, ruidosas en hora punta. Ni un alfiler cabía en la iglesia durante las nueve misas que don José dio el domingo.
Pero la historia de la virgen aún tuvo una segunda parte que recogió Emilia Pardo Bazán en su obra La leyenda de la Pastoriza, publicada en 1887, tras una visita de la escritora al santuario. Resulta que, cuando se produjo la invasión inglesa de Drake en 1589, unos soldados herejes sacaron de la iglesia a la virgen y la arrojaron cerca de la fuente, partiéndola en dos. Le cortaron la cabeza de un hachazo y le dividieron el cuello.
El espanto de los ingleses
Milagrosamente, la imagen se volvió a colocar ella sola y se unió la cabeza al cuerpo tal y como estaba antes, lo que los dejó boquiabiertos. Aquellos soldados, espantados por tal prodigio, huyeron sin robar ni incendiar ni hacer daño alguno a la iglesia, como tampoco en las casas de la parroquia de Pastoriza. Esta tradición estaba reflejada en un lienzo que durante años se conservó en la iglesia. Lamentablemente, según confirma el párroco, el cuadro desapareció.
La Voz de Galicia
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