HISTORIA Y ORIGEN
En la pintoresca y floreciente villa de Chiva, enclavada entre un hondo barranco y elevado cerro, que toman su nombre y la defienden, dilatándose su término hasta el límite del llano denominado de Plá de Quart y la sierra, bajo un cielo azul y diáfano, sobresalen la blancura de sus edificios, rodeada de verdes huertos, cultivados con esmero y hermoso arbolado, con riego de varios manantiales, y del barranco de Chiva que la atraviesa, el cual se forma en Buñol, y vertientes de las Cabrillas y del desagüe de otras ramblas, siendo terrible en sus avenidas.
Se levanta en la cumbre del cerro la ermita de Nuestra Señora del Castillo, cuya venerada imagen, que bajo sus bóvedas tiene su trono, los chivanos la han proclamado por Patrona, y la que, desde tan encumbrado sitio, domina todo el término que a sus plantas se extiende, y sobre la cual, como Madre amorosa, tiende su manto protector, enviando a sus moradores su maternal bendición.
Sobre el mencionado cerro, en tiempos de la conquista de Valencia, había una fortaleza edificada sobre cimientos romanos, cuyos vestigios aún se conservan, que ocupaba una extensa porción de terreno con triple línea de murallas con sus torres, propiedad que fue de los árabes y con reparaciones, aún se utilizó en la guerra de los siete años, siendo construido entre aquellas ruinas, en el siglo XVIII, un ermitorio dedicado a la excelsa Madre de Dios del Castillo, en sustitución del antiguo, que se hallaba en medio de dicha fortaleza y en su torre mas fuerte.
Después de la dominación árabe, en 1241, se encontraba en su castillo Don Berenguer de Entenza, que se había rendido y que en 1237, según el libro del Repartimiento, Don Jaime I le había hecho donación del referido castillo y villa de Chiva; luego pasó al Duque de Medinaceli, sucesor de los Moncada, Marqueses de Aytona, que tenía su palacio en la mencionada villa.
Transcurrido poco tiempo que los moros abandonaron Chiva, por el año 1609, y debido a una tradición que se perpetúa hasta nuestros días, se encontraba un pastor apacentando su ganado por dicho cerro, y habiendo arrojado una piedra para contener la punta del ganado, fue a dar a un bulto que había junto a las ruinas que en aquél lugar yacían; acercase el pastor a reconocerlo y vio con asombro era una imagen de Nuestra Señora que tenía al Niño Jesús en la mano siniestra y un castillo en la derecha, observando que la piedra le había ocasionado una abertura en el lado izquierdo de la frente hasta la mejilla, y dando cuenta del hallazgo al señor cura y autoridades locales, fue trasladada en procesión a la iglesia parroquial con toda solemnidad y luego se decidió colocarla en un altar de la ermita, siendo proclamada Patrona de la villa de Chiva.
La referida imagen se encuentra labrada en madera de ciprés, decorada de color morado claro y barnizada, ostentando en la cara la señal producida por la piedra lanzada por el pastor, siendo morenita, así como el Niño Jesús; en la actualidad lleva valioso ropaje blanco, bordado en oro, y se remonta al siglo XV, en cuya época se introdujo la costumbre de vestir las imágenes de la Virgen; en la peana hay el epígrafe: “María del Castillo, Ora p. Nos”.
Con motivo de una epidemia infecciosa que carácter mortífero que invadió la villa de Chiva, en 15 de diciembre de 1679, sus moradores se aclamaron a la Virgen del Castillo, implorando su protección con verdadera fe, siendo bajada de su ermitorio y llevada en triunfo a la primitiva Iglesia de San Miguel, que fue morisca, y de la que sólo quedan algún muro y la torre campanario de espesísimo muro de sillares, junto a la casa abadía.
Por este tiempo se recompuso la ermita, y se le adosó una pequeña vivienda, para que sirviera de alojamiento al ermitaño que se hallase al cuidado de la misma, y para que la lámpara estuviese siempre encendida.
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