La leyenda de la imagen de Garrovillas de Alconétar cuenta que una niña que pastoreaba el rebaño en la dehesa de Villoluengo, vio sobre una peña una mujer muy guapa y joven, cubierta con un manto y coronada por una aureola en su cabeza, que tenía entre sus manos el Santo Rosario. La niña era la única que podía ver a la Virgen, y ninguna otra persona podía hacerlo; ante las reiteradas apariciones de la Virgen, los vecinos de Garrovillas cavaron debajo de la peña sobre la que la niña decía ver a la Señora, y se encontró la imagen que actualmente se venera en el santuario de Altagracia.
Hay una variante de la leyenda que dice que, en realidad, la aparición fue la de una imagen de pequeñas dimensiones que la pastorcilla metió en su zurrón y se llevíó a su casa. Cuando la niña llegó y fue a sacar la imagen del zurrón, se llevó la impresión de que la Virgen no estaba. Volvió de nuevo al día siguiente a la dehesa y allí estaba de nuevo la imagen; hizo lo mismo que el día anterior, pero la Virgen retornaba a la dehesa. Tras muchos intentos de traerla consigo a Garrovillas, se llegó a la conclusión de que la imagen desaparecía porque su voluntad era que se construyera allí un santuario en su honor y que no se la moviera de ahí, dando lugar a la ermita que hoy conocemos.
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